Santa Cruz ha perdido su autoestima

ENGLISH Visité Santa Cruz por primera vez cuando tenía 9 o 10 años de edad. En ese entonces, la que ahora es la ciudad más poblada de Bolivia era pequeña y la mayoría de sus casas estaban concentradas dentro del primer anillo (en el Casco Viejo, o centro histórico de la ciudad). El mercado más grande era 7 Calles y un tranquilo paseo dominical desde allí hasta el Parque Arenal, el primer parque de la ciudad, tomaba 15 minutos incluyendo una parada en una esquina de la plaza central para comprar zumo de una señora que tenía la mágica habilidad de pelar una naranja dejando la cáscara en un solo largo espiral. El segundo anillo era tan solo una calle de tierra rojiza flanqueada de pulperías que vendían desde chinelas hasta pacumutos y cuadernos, todo en un solo lugar.

Tengo un recuerdo muy específico (1978 o por ahí) en el cual yo tomaba leche de coco que mi mamá nos había comprado en una tiendita en la esquina de lo que hoy es el Parque Urbano. Venteaba un aire caliente lleno de arena mientras esperábamos que mi tio nos recoja en su jeep para llevarnos a su casa “lejana”. En ese entonces las calles eran de tierra y se necesitaba de un vehículo 4x4 debido a la cantidad de baches para llegar a barrios como Hamacas o al colegio americano en Las Palmas, el cual colindaba con terrenos baldíos. Pasábamos los días domingo en las cabañas del Río Piraí donde cruzábamos a pie todo el ancho del río. Luego de refrescarnos en el agua nos comprábamos unos cuñapés y una soda y comiendo así visitábamos el Jardin Botánico, el cual unos años después fue completamente destruido por una inundación.

Santa Cruz siempre estaba sucia. Pero en ese entonces la palabra “sucia” significaba “llena de arena”. Con pocos barrios y edificios para bloquear el viento, la arena del Río Piraí era soplada hasta Equipetrol y más allá. Uno de los rituales de las amas de casa era levantarse temprano para barrer la acera delantera. Había poca, casi nada, de basura en las calles. Mayormente se veía arena, frondas de palmera y hojas de ambaibo secas, apiladas por el viento en las curbas. En los mercados los vendedores siempre tenían una escoba en la mano, la cual usaban para asegurar que el área alrededor de sus quioscos esté limpia para sus clientes. A nadie le gustaba sentirse cuchuqui. La gente no tiraba su basura en las calles para “crear empleos pa' los que barren” como me explicó el mes pasado un jóven cuando le pregunté porqué había tirado su vasito de plástico en la calle pudiendo usar el basurero que se encontraba a tan solo 2 metros.

Los cambas amaban su ciudad, eran muy hospitalarios, y deseaban mucho mostrarla a los extranjeros. Cuando yo era adolescente (1984) otros jóvenes de mi edad (jovencitos que ya sabían lanzar piropos) me daban "dizque" tours del centro histórico y vaya que conocían su historia! Intentaban impresionarme con sus muchas leyendas coloridas. Siendo extranjera, cada vez que tomaba un paseito en la plaza jamás faltaba quien se acerque con el inevitable “ju espic inlich?” para luego correr a mostrarme alguno de los numerosos osos perezosos que habitaban los árboles o alguna que otra gran nube verde (traducido como “miles de loros verdes”) que flotaba ruidosamente en el cielo. La gente conocía los nombres de los árboles (tajibo, gallito, ambaibo, etc.), las flores, los pájaros y los insectos, que hoy en día ya no se ven en las cementadas superficies de la ciudad.

Los cruceños, quienes con frecuencia eran (y aún suelen ser) acusados de ser flojos o atrasados por los habitantes de ciudades más “dotadas” del país, eran orgullosos de su pueblo. Se aferraban a sus tradiciones y demostraban interés en conservarlas. Incluso cuando uno estaba yesca siempre había para una que otra pachanga por ahí, y no era necesario tener dinero para participar. Todos se conocían y todos se invitaban.

En ese entonces nadie esperaba que otra persona haga lo que uno mismo podía hacer. Cuando era necesario hacer algo, manos a la obra y listo. Supongo que los cruceños se cansaron durante el transcurso de más de 300 años de esperar que los distintos gobiernos nacionales inviertan en su región. Por tanto se convirtieron en expertos en cómo atraer la inversión extranjera, o simplemente invirtieron ellos mismo en su ciudad.

Se aferraron a lo que conocen bien (la ganadería y la agricultura) y convirtieron a Santa Cruz en proveedora de algo como el 60% de los alimentos de la nación. Formaron la cooperativa de agua más grande del mundo, Saguapac, y hoy la calidad del agua en Santa Cruz supera al de casi todo el continente. En esta región, conocida por sus techos de jatata que corren el riesgo de quemarse cuando alguna vela es desatendida, formaron la cooperativa eléctrica, CRE, ahora reconocida por varias organizaciones internacionales por la calidad de su gestión. Luego formaron COTAS, la cooperativa telefónica. Cada usuario de la cooperativa era también dueño de una o más acciones. Sus hijos podían disfrutar de tener seguro de vida, ganarse becas para estudiar, y otros beneficios.

Para cuando yo me había mudado a Santa Cruz de manera permanente (en 1997) Santa Cruz se había convertido en el motor económico del país. Llegaba una torrente de empresas extranjeras a la ciudad. Santa Cruz se hizo conocer también por su exposición agrícola e industrial, Fexpocruz, que atrae a medio millón de visitantes durante 10 días cada mes de septiembre. Durante los últimos 10 años la ciudad ha aprendido a organizar decenas de exposiciones de todo tipo, verdaderas vitrinas para exhibir al mundo las muchas industrias de la región: la moda y el diseño, libros y publicaciones, la industria forestal, la construcción, arquitectura y el diseño de interiores, el arte culinario, la agricultura, ganadería y muchas más. Sus cámaras y universidades traen expertos, capacitadores y oradores desde todas partes del mundo. Se solía escuchar a menudo el refrán “no hay peor cosa que la que no se hace”.

Santa Cruz había sido una ciudad interesante no más y empezaron a llegar bolivianos y extranjeros de todos los rincones del mundo. La ciudad, cuya población prácticamente se ha duplicado en los últimos 20 años, ahora lucha por mantenerse al ritmo de su imparable crecimiento. Todos necesitan colegios, hospitales, calles pavimentadas, energía eléctrica, sistemas de alcantarillado, agua, bibliotecas, transporte público, desayunos escolares, y otros servicios básicos. Todos quieren un pedacito de tierra y una casa. Todos quieren todo y todos demandan que otras personas se los provean. Desde cuando son las autoridades responsables por todo y los ciudadanos responsables por nada?

Durante los últimos 7-8 años he visto como esta ciudad, antes tranquila y placentera, ciudad de vecinos amables y solidarios y de ciudadanos creativos, ingeniosos y emprendedores, se ha convertido en una ciudad hacinada y bulliciosa, llena de protestas y demandas, acusaciones y quejas, basura en las calles, escuálidos mercados por donde a cualquiera le plazca, conductores egoístas e imprudentes, calles congestionadas y cielos contaminados, fiesteros ruidosos e irreverentes a quienes no les importa respetar al vecino a la hora de la farra. El respeto, la dignidad y la autosuficiencia han sido reemplazados por la ira, las demandas y desdén.

No hay palabras que puedan describir la tristeza que siento al ver que los habitantes de Santa Cruz hoy no sientan orgullo en su ciudad, no disfruten de cuidarla, ni sienten la satisfacción de esforzarse para ayudarla a crecer. Santa Cruz ha perdido su autoestima. Cuando dejó de ser importante amarla?

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Jun 28, 2011
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La cultura de un pueblo es una reacción al ambiente donde vive
by: Arril Bruun

Lo siguiente es un comentario de un cruceño que ha vivido más de medio siglo afuera de Santa Cruz pero que nunca se olvida de las raices de donde vino:

En mi opinion la "cultura" de un pueblo es la reacción y la evolución de una reacción al ambiente donde uno vive. El aislamiento de los cruceños por casi 4 siglos ha formado una cultura diferente al del altiplano boliviano.

El cruceño es alegre y festivo como el trino de sus aves, tiene siempre la esperanza del algo mejor como el verde de sus inmensos bosques tropicales, y siempre sueña con el hermoso cielo azul de Santa Cruz.

Pero cuando el "progreso" llegó hace menos de 50 años, las cosas cambiaron vertiginosamente como la historia de la Cenicienta. Aunque no fué de media noche, y no nos convertimos en calabazas.

Todas las culturas tienen su lado brillante y positivo y otro lado oscuro y negativo. Yo creo que son pocos los pueblos del mundo que han tenido un cambio tan radical y rápido como Santa Cruz; del caballo y la carreta tirada por bueyes (el carretón), a la era del jet internacional y a los autos japoneses. De contemplar a la luna y al sol naciente, a los juegos electronicos.

La internet nos puso mano a mano con el mundo donde antes las noticias llegaban con meses de atrazos... si llegaban. De manera que cuando el progreso llegó con la fuerza de un ciclón... "el pueblo de limpida frente y de leal corazon" no ha desaparecido, pero es sin duda alguna, es una minoria. La mentira, la envidia, el amor a lo material, el robo, el asalto y lo peor como el tráfico de drogas y la constante lucha por el poder político, han encontrado un fértil suelo en el suelo virgen de Santa Cruz.

El Santa Cruz de antes era mas que todo rural y con mucho amor a la tierra. Mi generación pudo ver la creación de Dios sin ser modificada. A pocos kilómetros del centro de la ciudad se podian ver tigres (jaguares) antas (tapires), en los grandes pantanos (curichis), enormes anacondas y manadas de capiguarras. Donde están las grandes tropas de puercos salvajes, el jigante pegi (giant armadillo) Las tropas de Piyos (avestruces) y las miariadas de pajaros silvestres. El cuajojó (en guarani es urutau) con su canto fúnebre es de la otra vida.

Sin embargo, por esto el pasado es romántico y con el tiempo se lo recuerda mejor. Pero la vida en el campo sin carreteras, sin escuelas, sin médicos ni dentistas en una area casi del tamaño de Texas, ansiaba por algo mejor. Este recuerdo tan lindo es como tomar agua fresca del Aljibe y sentir el calor de una hoguera en los surazos frios del invierno.

El reto de nuestros lideres es buscar un equilibrio entre el progreso salvaje y la serenitud de la creación de Dios. Roguemos para que Dios nos de la redención que el pueblo de Santa Cruz merece.

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